USO DE LA RAYA EN LOS DIÁLOGOS
- aguaardienteweb
- 15 jul 2022
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 22 sept 2023
La raya es un signo de puntuación que se representa con una línea horizontal y lo que la diferencia del guion es su longitud mayor. La raya puede utilizarse como signo simple, como es el caso de los diálogos, o como signo doble cuando enmarcan un enunciado.
Muchas veces, las editoriales utilizan de forma indistinta el guion corto (-), el signo menos (–) y el guion bajo (_), que no tienen nada que ver con la raya (—), por lo tanto, esto es un error, ya que cada signo cumple una función según la normativa vigente.
A continuación veremos, de manera concisa y con algunos ejemplos, la forma correcta de utilizar la raya en los diálogos.
Para utilizar la raya de manera correcta, debemos saber que los diálogos se dividen en dos partes: parlamento y acotación.
El parlamento es lo que dice el personaje, y la acotación es la información que da el narrador (1). Aunque el parlamento no necesariamente debe tener una acotación (2). Ejemplos:
1: —¿Vio lo que pasó? —dijo Juan.
2: —¿Vio lo que pasó?
No es obligatorio escribir una acotación en cada parlamento, pero puede enriquecer mucho el texto ayudando a su comprensión.
El diálogo comienza siempre con la raya pegada al primer caracter, ya sea un signo o una letra. Ejemplos:
—¿Vio lo que pasó?
—No, ¿qué pasó?
—¡Una desgracia!
Los diálogos suelen tener comentarios del narrador (acotaciones). En este caso, la raya debe separarse del último caracter escrito:
—¿Vio lo que pasó? —dijo Juan.
—No, ¿qué pasó? —respondió Clarisa.
—¡Una desgracia! —agrego Juan.
Entonces, tenemos que la raya va pegada al primer caracter del diálogo (parlamento) y al primero del comentario del narrador (acotación). Pero esto no termina ahí: siempre se puede poner más complicado, ya que, después de la acotación, el parlamento puede continuar y el inciso debe cerrarse con una raya que va pegada al último caracter de la acotación. Ejemplo:
—No, ¿qué pasó? —respondió Clarisa—. Recién abro los ojos. Después de la última raya pueden ir diferentes signos de puntuación:
—¡Una desgracia! —agregó Juan—. Lo mataron al Ramón.
—¡Una desgracia! —agregó Juan—, lo mataron al Ramón.
—¡Una desgracia! —agregó Juan—: lo mataron al Ramón.
Además, debemos tener en cuenta que si la acotación empieza con un verbo de habla (decir, agregar, preguntar, responder, etc.), este debe empezar con minúscula, aunque venga precedido de un signo con valor de punto (signo de cierre de interrogación o de exclamación). Ejemplos:
—¡Qué pecado! —respondió Clarisa con los ojos cargados de pena. —¿No le parece absurdo? —respondió Clarisa con los ojos cargados de pena.
En cambio, si el comentario del narrador no comienza con un verbo de habla, la primera letra se escribe en mayúscula. Ejemplo:
—¡Nadie sabe qué pasó! —Se apoyó en la pared.
El parlamento del personaje puede seguir, siempre que se respete el correcto uso de la raya. Ejemplo:
—¡Nadie sabe qué pasó! —Se apoyó en la pared—. Era bueno el Ramón —dijo Juan bajando la voz—. ¿Qué vamos a hacer sin él, Clarisa?
También debemos recordar que en las acotaciones los signos de puntuación se colocan en todos los casos después de la raya:
Bien: —¡Nadie sabe qué pasó! —Se apoyó en la pared—. Era bueno el Ramón — dijo bajando la voz.
Mal: —¡Nadie sabe qué pasó! —Se apoyó en la pared.— Era bueno el Ramón — dijo bajando la voz.
Si el parlamento no continúa después de la acotación del narrador, esta debe terminar en un punto final, sin utilizar raya de cierre. Ejemplo:
Bien: —¡Nadie sabe qué pasó! —Se apoyó en la pared.
Mal: —¡Nadie sabe qué pasó! —Se apoyó en la pared—.
Una última aclaración importante: después de los dos puntos que siguen a la raya, se continúa en minúscula. Pero existe una excepción: si se quiere indicar un espacio de tiempo mayor dentro del parlamento (es decir, una pausa más o menos prolongada), se inicia con mayúscula, ya que lo que se dice a continuación es una nueva frase. Ejemplo:
—¡Nadie sabe qué pasó! —Se apoyó en la pared—. Era bueno el Ramón —dijo Juan bajando la voz, y agregó—: Lo perdimos para siempre, Clarisa.
Esperamos que este artículo te haya sido útil.
Muchas gracias por pasar.
¡EXTRA!
La literatura permite algunas “licencias”, siempre que tengan sentido. Esto es, sobre todo, una cuestión de estilo, como es el caso de los diálogos de Conversación en La Catedral, de Mario Vargas Llosa, o de Las palmeras salvajes, de William Faulkner. Pero ese es otro cantar.
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